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martes, 19 de mayo de 2015

El Combate Diario



Mi hijo pequeño tiene problemas de apetito, dado su temperamento es muy difícil lograr que coma adecuadamente sin convertir cada almuerzo en un verdadero combate.
El médico recomendó un medicamento muy usado en estas situaciones, pero al día siguiente de habérselo dado note que comenzó a parpadear de forma anormal, algo que nunca había hecho, y empezó uno de esos pequeños tormentos que tienen todos los padres al ver que sus hijos tienen alguna complicación de salud.

Los médicos nos aseguraron que no era nada grave, quizás solo resequedad, pero no estaban seguros. Yo quería ser positivo y confiar en que quitándole el remedio, dándole las gotas que recetaron y enfocándome en atraer salud, sería suficiente. Y con esa mentalidad enterré la preocupación. pero pasan uno, dos, tres días, pasa una o dos semanas y esa angustia que está enterrada pero no muerta, crece como una bola de nieve que va acumulando mas y mas preocupación, alimentándose de los problemas que se tienen a diario.

Y llega el momento que con el mas leve inconveniente aflora el negativismo, o la ira depende de la personalidad, y llegan los típicos: ¿Por qué le pasa esto a mi hijo? ¿Acaso todo me sale mal? ¿De nada sirve tratar de hacer las cosas bien? etc., Al final todos esos sentimientos negativos se hacen tan grandes que toman el control de nuestra mente, se hacen mas importantes que la misma realidad, las personas los van mascullando en sus cabezas, pensando solo en lo malo que tienen en sus vidas, y nos enceguecemos tanto que no vemos cuando algo bueno nos pasa.

Mi hijo dejo su parpadeo después de unas semanas pero yo no me di cuenta si no unos días después de que ya lo había dejado, es decir, del problema, de la situación adversa, me di cuenta en el mismo momento que lo vi. pero de que se hubiera solucionado no me di cuenta. la bendición, la felicidad, llego a mí y no la vi aunque la tuviera enfrente de mis ojos.

A veces guardamos muchos pesares que van generando un cambio negativo en nuestras vidas, para combatirlos hay que estar atento a todas esas pequeñas bienaventuranzas que también nos suceden, y darles el espacio y la alegría que se merecen. Si queremos cambiar para mejorar y ser más felices, no podemos dejarnos cegar por las angustias y contabilizar solo los tropiezos, también hay que agradecer y ser feliz, levantar la cabeza y darnos cuenta de que el camino no está lleno de piedras.

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