Muchas veces nos quejamos por que le pedimos a Dios algo que
necesitamos con urgencia y no nos lo da. Nos olvidamos que Él nos da lo que necesitamos
no lo que queremos.
Dios es, como siempre se lo compara, como un buen padre, un
padre al que su hijo le pide el juguete nuevo que esta de moda. el niño cree
fervientemente que ese juguete le proporcionara felicidad. Pero eso no es
siempre cierto. El buen padre sabe si es conveniente comprarle el ultimo fidget spinner con bluetooth y luces incorporadas, o a su hijo le conviene mas inscribirse
en clases de deportes para que socialice con niños de su edad y disfrute de una
actividad que le guste, lo que a la larga le proporcionara verdadera felicidad.
contrario a el juguete con el que solo obtendría un par de horas de entretenimiento
y después quedaría tirado en un rincón.
Cuando le pedimos a dios desesperados, le pedimos lo que en verdad creemos que nos
sacara del problema, pero el alcance de nuestra mentalidad es como la del niño
que no alcanza a entender todo a su alrededor.
A veces pasa que lo que nos conviene y lo que pedimos son lo mismo y
decimos que milagrosamente se no dio lo pedido, pero cuando no es asi, pensamos
que no somos escuchados y nos desesperamos aun mas. hay que entender que no somos
capaces de dilucidar toda la mecánica de la vida, tener fe en que al pedir se
nos escucha y se nos dará lo que necesitamos en verdad. Esta no es la única vida
que viviremos. Por mas desesperados que estemos debemos tranquilizar los pensamientos
agobiantes, pedir y actuar con buena voluntad para nosotros y los demás. Buscar
salidas a los problemas sabiendo que siempre se nos está ayudando así no sea de
la manera que infantilmente quisiéramos.
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